lunes, 29 de septiembre de 2014

Cinco Errores Comunes en la Evaluacion de Riesgos sin Perspectivas de Genero ¿Como podemos Evitarlos?

Por Monserrat Lopez  Bermudez

Los daños a la salud que padecen las mujeres trabajadoras son invisibles. Esto es un hecho constatado y reiterado, a pesar de que se están realizando importantes esfuerzos en la visibilización del daño. En este artículo planteamos que desde un punto de vista sindical es más efectivo poner el foco en las condiciones de trabajo, interviniendo en estas con un instrumento potente: la evaluación de riesgos. La tarea no es sencilla, por ello señalamos cinco errores comunes que impiden considerar adecuadamente los riesgos a los que están expuestas las mujeres y planteamos cómo evitarlos.

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El pasado mes de enero se celebró en Oporto el seminario “Los hombres y las mujeres en el trabajo: cuestiones de justicia y salud”, organizado por el Instituto Sindical Europeo (ETUI) y el Centro de Psicología de la Universidad de Oporto. Este encuentro supuso una gran oportunidad de puesta en común entre el ámbito de la investigación y el sindical, y quedó patente la problemática del reconocimiento y visibilización de los daños con una perspectiva de género. Todas las experiencias manifestaron las limitaciones importantes en los sistemas de recogida y tratamiento de la información y que sus herramientas carecen de una perspectiva que visualice las condiciones de trabajo y de vida de las mujeres.

Ante estas dificultades, la propuesta sindical es cambiar las prioridades y centrar nuestros esfuerzos en visualizar las condiciones de trabajo. En ese caso, ¿qué hacemos? ¿Por dónde empezamos? La respuesta está clara: hemos de empezar por la evaluación de riesgos. Pero no es sencillo, hemos de introducir cambios, pues la experiencia nos dice que, tal y como estas se desarrollan en las empresas, no ayudan a hacer visibles las condiciones de trabajo a las que se enfrentan las mujeres, y tampoco son capaces de actuar sobre los riesgos a los que, de forma mayoritaria, están expuestas las trabajadoras.

PRIMER ERROR: Evaluar solo los puestos de trabajo con mayor riesgo de accidentes

Uno de los errores en los que se cae habitualmente es el de evaluar sólo los puestos con más accidentes de trabajo. Este es el caso de una empresa hortofrutícola donde se decide evaluar los puestos de trabajo relacionados con la recogida del producto en el campo, ya que allí se producen accidentes de trabajo como caídas, golpes, accidentes con los equipos y herramientas. Si el objetivo de la evaluación de riesgos es evitar accidentes de trabajo, estaremos centrándonos en un ámbito de exposiciones que afecta exclusivamente a un colectivo, el de los trabajadores, ya que son los varones los que de forma mayoritaria sufren accidentes trabajo y su presencia es mayor en sectores y puestos de trabajo con mayor incidencia de accidentes. Sin embargo, las trabajadoras, de esta misma empresa, que están en las líneas de limpieza de las piezas de fruta, en la selección y envasado de los productos, también tienen dolores y molestias derivadas de su exposición a movimientos repetitivos y manipulación manual de cargas. Dolores que incluso impiden la realización de su trabajo y que, por supuesto, les incapacitan en su vida cotidiana. Si solo se evalúan los puestos de recogida de producto, la visualización de estos riesgos no es posible.

SEGUNDO ERROR: Evaluar solo algunos riesgos

Las mismas trabajadoras de esta empresa hortofrutícola desconocían que la cera que utilizan para abrillantar las frutas contenía una sustancia calificada como disruptora endocrina y tóxica para la reproducción. Otro de los errores habituales en las evaluaciones es centrarse en un único ámbito de actuación, que en muchos casos es la identificación de riesgos derivados de una falta o inadecuada seguridad de equipos, herramientas, lugares, etc. Este caso muestra que si no se analizan todos los elementos y condiciones del puesto de trabajo, podremos estar obviando una determinada exposición a un riesgo que al parecer no existía o se desconocía.

La experiencia nos dice que existen riesgos que afectan de forma exclusiva a las mujeres trabajadoras: acoso sexual, doble presencia, situaciones de riesgo derivadas de las condiciones de trabajo discriminatorias como las desigualdades en la contratación, salario, etc. Estos deben incluirse en los ámbitos de actuación de la evaluación de riesgos. Y como premisa básica hay que plantearse evaluar el conjunto de riesgos y no solo aquellos más evidentes a simple vista.

TERCER ERROR: Tener en cuenta solo la información teórica de qué se hace y cómo

Evaluamos para localizar, identificar, valorar y actuar sobre los riesgos, mejorando las condiciones de trabajo. Esta tarea no la podemos abordar si no recogemos la información real de lo que hace el conjunto de personas que integran la plantilla. Por ejemplo, si para la evaluación de riesgos del puesto de trabajo de camarero de un restaurante se decide que es suficiente hablar con un único trabajador para recoger la información sobre las tareas que realiza, dando por hecho que es un “trabajador tipo”, se está cometiendo un grave error. Está demostrado que en las tareas que realizamos hombres y mujeres, incluso dentro de la misma categoría profesional, hay desigualdades. La información escrita sobre lo que se hace en un puesto de trabajo es una cosa, pero lo que realmente se hace puede variar según el género, siendo este un determinante importante. Por supuesto, también las desigualdades biológicas en el diseño de los puestos de trabajo, de los equipos y herramientas, etc. Muchas veces las tareas que se realizan dentro de la misma categoría profesional son diferentes según las desempeñen hombres o mujeres; por ejemplo, las tareas de limpieza del restaurante, mayormente asignadas a mujeres, y las tareas de aprovisionamiento de las cámaras, mayormente asignadas a hombres. Por tanto es necesario examinar las tareas que se llevan a cabo y el contexto de trabajo real para evitar posibles desviaciones entre las funciones previstas que una persona tiene que realizar y las que efectivamente ejecuta.

CUARTO ERROR: Obviar las discriminaciones que sufren las mujeres en el mercado laboral

Cualquier método de evaluación propuesto por un servicio de prevención debe ser sensible a la desigual posición de las mujeres en el mercado laboral. Por ejemplo, ¿qué consecuencias sobre la salud de una mujer trabajadora pueden tener la elevada tasa de paro de las mujeres, la brecha salarial, la segregación ocupacional, la mayor temporalidad y la mayor contratación a tiempo parcial, etc?. Es necesario utilizar instrumentos sensibles a las desigualdades de género para identificar y evaluar los riesgos, herramientas que tengan en cuenta el mayor espectro posible de diversidad de exposiciones y que permitan utilizar el mismo instrumento para todos los puestos de trabajo. Se tienen que utilizar técnicas de obtención de datos validadas y fiables.

QUINTO ERROR: Considerar la evaluación de riesgos como un proceso técnico

La evaluación de riesgos no es un proceso técnico. Se trata de un proceso social en el que debemos favorecer y garantizar la consulta y la participación directa y delegada de las trabajadoras y asegurarnos de que los comités de seguridad y salud tengan una representación equilibrada entre mujeres y hombres. En muchos casos, la representación sindical ha de argumentar sus propuestas, y siempre esta argumentación debe sustentarse sobre la base legal. La ley nos ampara, la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que modificó la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales, incorpora en el apartado 4 el artículo 5, que establece: “Las Administraciones públicas promoverán la efectividad del principio de igualdad entre mujeres y hombres, considerando las variables relacionadas con el sexo tanto en los sistemas de recogida y tratamiento de datos como en el estudio e investigación generales en materia de prevención de riesgos laborales, con el objetivo de detectar y prevenir posibles situaciones en las que los daños derivados del trabajo puedan aparecer vinculados con el sexo de los trabajadores”. Siempre podemos pedirle a la empresa que argumente por qué no utiliza estos criterios.

Como señala Rosa Montero, “hay una historia que no está en la historia y que solo se puede rescatar escuchando el susurro de las mujeres”. Mostremos las condiciones de trabajo de las mujeres y empecemos a construir un mundo más sano y más igualitario para todos y todas.
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Fte: www.poreperienci.com

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