Por Monserrat Lopez Bermudez
Los daños a la salud que padecen
las mujeres trabajadoras son invisibles. Esto es un hecho constatado y
reiterado, a pesar de que se están realizando importantes esfuerzos en la
visibilización del daño. En este artículo planteamos que desde un punto de
vista sindical es más efectivo poner el foco en las condiciones de trabajo,
interviniendo en estas con un instrumento potente: la evaluación de riesgos. La
tarea no es sencilla, por ello señalamos cinco errores comunes que impiden
considerar adecuadamente los riesgos a los que están expuestas las mujeres y
planteamos cómo evitarlos.
El pasado mes de enero se celebró
en Oporto el seminario “Los hombres y las mujeres en el trabajo: cuestiones de
justicia y salud”, organizado por el Instituto Sindical Europeo (ETUI) y el
Centro de Psicología de la Universidad de Oporto. Este encuentro supuso una
gran oportunidad de puesta en común entre el ámbito de la investigación y el
sindical, y quedó patente la problemática del reconocimiento y visibilización
de los daños con una perspectiva de género. Todas las experiencias manifestaron
las limitaciones importantes en los sistemas de recogida y tratamiento de la
información y que sus herramientas carecen de una perspectiva que visualice las
condiciones de trabajo y de vida de las mujeres.
Ante estas dificultades, la
propuesta sindical es cambiar las prioridades y centrar nuestros esfuerzos en
visualizar las condiciones de trabajo. En ese caso, ¿qué hacemos? ¿Por dónde
empezamos? La respuesta está clara: hemos de empezar por la evaluación de
riesgos. Pero no es sencillo, hemos de introducir cambios, pues la experiencia
nos dice que, tal y como estas se desarrollan en las empresas, no ayudan a
hacer visibles las condiciones de trabajo a las que se enfrentan las mujeres, y
tampoco son capaces de actuar sobre los riesgos a los que, de forma
mayoritaria, están expuestas las trabajadoras.
PRIMER ERROR: Evaluar solo los
puestos de trabajo con mayor riesgo de accidentes
Uno de los errores en los que se
cae habitualmente es el de evaluar sólo los puestos con más accidentes de
trabajo. Este es el caso de una empresa hortofrutícola donde se decide evaluar
los puestos de trabajo relacionados con la recogida del producto en el campo,
ya que allí se producen accidentes de trabajo como caídas, golpes, accidentes
con los equipos y herramientas. Si el objetivo de la evaluación de riesgos es
evitar accidentes de trabajo, estaremos centrándonos en un ámbito de
exposiciones que afecta exclusivamente a un colectivo, el de los trabajadores,
ya que son los varones los que de forma mayoritaria sufren accidentes trabajo y
su presencia es mayor en sectores y puestos de trabajo con mayor incidencia de
accidentes. Sin embargo, las trabajadoras, de esta misma empresa, que están en
las líneas de limpieza de las piezas de fruta, en la selección y envasado de
los productos, también tienen dolores y molestias derivadas de su exposición a
movimientos repetitivos y manipulación manual de cargas. Dolores que incluso
impiden la realización de su trabajo y que, por supuesto, les incapacitan en su
vida cotidiana. Si solo se evalúan los puestos de recogida de producto, la
visualización de estos riesgos no es posible.
SEGUNDO ERROR: Evaluar solo
algunos riesgos
Las mismas trabajadoras de esta
empresa hortofrutícola desconocían que la cera que utilizan para abrillantar
las frutas contenía una sustancia calificada como disruptora endocrina y tóxica
para la reproducción. Otro de los errores habituales en las evaluaciones es
centrarse en un único ámbito de actuación, que en muchos casos es la
identificación de riesgos derivados de una falta o inadecuada seguridad de
equipos, herramientas, lugares, etc. Este caso muestra que si no se analizan
todos los elementos y condiciones del puesto de trabajo, podremos estar
obviando una determinada exposición a un riesgo que al parecer no existía o se
desconocía.
La experiencia nos dice que
existen riesgos que afectan de forma exclusiva a las mujeres trabajadoras:
acoso sexual, doble presencia, situaciones de riesgo derivadas de las
condiciones de trabajo discriminatorias como las desigualdades en la
contratación, salario, etc. Estos deben incluirse en los ámbitos de actuación
de la evaluación de riesgos. Y como premisa básica hay que plantearse evaluar
el conjunto de riesgos y no solo aquellos más evidentes a simple vista.
TERCER ERROR: Tener en cuenta
solo la información teórica de qué se hace y cómo
Evaluamos para localizar,
identificar, valorar y actuar sobre los riesgos, mejorando las condiciones de
trabajo. Esta tarea no la podemos abordar si no recogemos la información real
de lo que hace el conjunto de personas que integran la plantilla. Por ejemplo,
si para la evaluación de riesgos del puesto de trabajo de camarero de un
restaurante se decide que es suficiente hablar con un único trabajador para
recoger la información sobre las tareas que realiza, dando por hecho que es un
“trabajador tipo”, se está cometiendo un grave error. Está demostrado que en
las tareas que realizamos hombres y mujeres, incluso dentro de la misma
categoría profesional, hay desigualdades. La información escrita sobre lo que
se hace en un puesto de trabajo es una cosa, pero lo que realmente se hace
puede variar según el género, siendo este un determinante importante. Por
supuesto, también las desigualdades biológicas en el diseño de los puestos de
trabajo, de los equipos y herramientas, etc. Muchas veces las tareas que se
realizan dentro de la misma categoría profesional son diferentes según las
desempeñen hombres o mujeres; por ejemplo, las tareas de limpieza del
restaurante, mayormente asignadas a mujeres, y las tareas de aprovisionamiento
de las cámaras, mayormente asignadas a hombres. Por tanto es necesario examinar
las tareas que se llevan a cabo y el contexto de trabajo real para evitar
posibles desviaciones entre las funciones previstas que una persona tiene que
realizar y las que efectivamente ejecuta.
CUARTO ERROR: Obviar las
discriminaciones que sufren las mujeres en el mercado laboral
Cualquier método de evaluación
propuesto por un servicio de prevención debe ser sensible a la desigual
posición de las mujeres en el mercado laboral. Por ejemplo, ¿qué consecuencias
sobre la salud de una mujer trabajadora pueden tener la elevada tasa de paro de
las mujeres, la brecha salarial, la segregación ocupacional, la mayor
temporalidad y la mayor contratación a tiempo parcial, etc?. Es necesario
utilizar instrumentos sensibles a las desigualdades de género para identificar
y evaluar los riesgos, herramientas que tengan en cuenta el mayor espectro
posible de diversidad de exposiciones y que permitan utilizar el mismo
instrumento para todos los puestos de trabajo. Se tienen que utilizar técnicas
de obtención de datos validadas y fiables.
QUINTO ERROR: Considerar la
evaluación de riesgos como un proceso técnico
La evaluación de riesgos no es un
proceso técnico. Se trata de un proceso social en el que debemos favorecer y
garantizar la consulta y la participación directa y delegada de las
trabajadoras y asegurarnos de que los comités de seguridad y salud tengan una
representación equilibrada entre mujeres y hombres. En muchos casos, la
representación sindical ha de argumentar sus propuestas, y siempre esta
argumentación debe sustentarse sobre la base legal. La ley nos ampara, la Ley
Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y
hombres, que modificó la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales,
incorpora en el apartado 4 el artículo 5, que establece: “Las Administraciones
públicas promoverán la efectividad del principio de igualdad entre mujeres y
hombres, considerando las variables relacionadas con el sexo tanto en los
sistemas de recogida y tratamiento de datos como en el estudio e investigación
generales en materia de prevención de riesgos laborales, con el objetivo de
detectar y prevenir posibles situaciones en las que los daños derivados del
trabajo puedan aparecer vinculados con el sexo de los trabajadores”. Siempre
podemos pedirle a la empresa que argumente por qué no utiliza estos criterios.
Como señala Rosa Montero, “hay
una historia que no está en la historia y que solo se puede rescatar escuchando
el susurro de las mujeres”. Mostremos las condiciones de trabajo de las mujeres
y empecemos a construir un mundo más sano y más igualitario para todos y todas.
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Fte: www.poreperienci.com
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